Cíclicamente nos encontramos con eventos extraordinarios, consecuencia de fenómenos naturales o provocados por el ser humano, los que en esencia han sido repetitivos, éste es el caso del COVID-19, que nos hace remontarnos a eventos como la Peste Negra (siglo XV), y la fiebre española (1918-1920), los cuales convulsionaron a los gobiernos y sociedades de su época.
Actualmente, el COVID-19 tiene confinada a gran parte de la humanidad y congelado un buen segmento de la economía mundial. En un momento donde el 98% de las economías dependen del intercambio comercial y se produce más información de la que podemos analizar en tiempo real, surge la pregunta ¿qué medidas estamos tomando como humanidad para rescatar y preservar dicha información? para que cuando volvamos a enfrentar a un evento como éste, tengamos muchos más elementos para tomar decisiones acertadas.
He visto circular por internet y entre colegas muchas imágenes con recortes de periódicos de la época de la fiebre española, en donde claramente se ve que estamos retomando las medidas de distanciamiento social y de higiene que resultaron efectivas en aquella ocasión, como la desinfección de las manos por medio de alcohol (aunque no en gel), o las instrucciones de cómo construir un cubreboca con elementos caseros.
En este punto, me surge la duda: si ya estaba en curso un brote epidemiológico que desencadenaría en una pandemia, por qué no se tenían listos cubrebocas, alcohol y no se diga respiradores, que hoy son tan esenciales y escasos para protegernos de este virus. Y creo que la respuesta es simple, las organizaciones no usan o re-utilizan el excelente recurso que es su información, ya que solamente la tienen “archivada” en el mejor de los casos.
Cuando se tiene claro el valor de los datos que tenemos archivados, además de los que producimos diariamente, debemos prestar mucha atención en conservar sus valores de origen y aquellos que manifiestan la autenticidad, preparándose y poniéndose a disposición inmediata para su reutilización (accesibilidad) o en el futuro, a través de la preservación. Lo anterior, mediante las tecnologías de la información y los algoritmos más modernos, que hagan posible su inclusión en la toma de decisiones mediante técnicas de business intelligence o minería de datos, o para que amplíen el horizonte de información disponible y hasta para brindar certeza legal en los procesos que deban seguirse.
En este sentido, existe una gran preocupación por las organizaciones que están produciendo mucha información sobre el COVID-19 sin pensar en su preservación inmediata y a largo plazo, así como todos los temas económicos, sociales, culturales, médicos y biológicos que están a su alrededor y que producen datos vertiginosamente a cada segundo. Ésto, por no estar preparados para recolectarlos y proteger sus valores, mediante una estrategia de preservación digital.
Es entendible que el foco de la atención está centrado en el cómo se va atacar la pandemia, pero no debemos dejar de tener presente cómo la información histórica nos brinda elementos sobre la salud pública y decisiones gubernamentales, acerca de las medidas implementadas de forma exitosa para controlar una pandemia pasada. Y sobre todo, considerar que: las actuales generaciones ya son conscientes que esa información podría determinar el curso de la historia en el siguiente evento cíclico al que nos enfrentemos como especie. Lo que deja una importante responsabilidad a todas las organizaciones involucradas, principalmente sobre las acciones que se deberán implementar para custodiar esta información y asegurar su supervivencia. Porque de estos insumos dependerá mucho el rumbo que se tome no solo como naciones, sino como civilización.